Armando de la Garza
Una de las obras maestras más icónicas del Museo del Louvre, a menudo referida popularmente como la “Venus alada”, es en realidad la majestuosa Victoria Alada de Samotracia (en griego, Niké de Samotracia), la diosa griega de la victoria.
Este recordatorio resalta el nombre auténtico y la rica historia de una de las esculturas más admiradas del arte helenístico.

La imponente escultura de mármol, que data aproximadamente del año 190 a.C., representa a la diosa Niké posándose sobre la proa de un navío, con sus ropajes agitados por el viento, creando una sensación de movimiento y dramatismo inigualable. Aunque se presenta sin cabeza ni brazos—piezas que nunca se recuperaron en su totalidad—su poderosa composición ha cautivado a visitantes y artistas durante siglos.

La Victoria Alada de Samotracia ocupa una posición privilegiada dentro del museo parisino. Se encuentra estratégicamente colocada en el rellano superior de la Escalera Daru, en el Ala Denon, donde su monumentalidad (el conjunto total mide más de 5 metros de altura) se realza, emulando la ubicación original del monumento en el Santuario de los Grandes Dioses en la isla griega de Samotracia. Se cree que la estatua fue una ofrenda para conmemorar una importante victoria naval, posiblemente de Rodas.
Descubierta en 1863 por el cónsul francés Charles Champoiseau, la estatua llegó al Louvre en cientos de fragmentos que fueron meticulosamente ensamblados. A lo largo de los años, ha sido objeto de varias restauraciones, la más notable en 2014, que devolvió al mármol su blancura y luminosidad original.
La Victoria Alada de Samotracia, junto a la Mona Lisa y la Venus de Milo, es una de las tres “grandes damas” del Louvre y continúa siendo un testimonio eterno del genio artístico de la antigua Grecia, invitando a millones de visitantes cada año a contemplar la gloria de la victoria inmortalizada en piedra.